miércoles, 21 de diciembre de 2011

A balancear se ha dicho

Estos días de consumismo diciembrero me han encontrado reflexiva. La mayoría de este año lo pasé desempleada, habiendo renunciado en forma voluntaria a mi trabajo en relación de dependencia. De ahí, vengo sobreviviendo por changas.

El vivir casi con nada me hace pensar en qué gastaba la plata antes. Admito igual que afortunadamente no me crucé todavía con ningún contratiempo de esos que requieren grandes sumas de dinero imprevistas. Desde que renuncié no me enfermé jamás, cosa que también me hace pensar que antes me enfermaba la rutina.

A la vez me di cuenta que el disgusto al trabajo, y/o el ejercicio de la queja por los pormenores cotidianos, sirven de alfombra que tapa un vacío mas profundo y siempre existente, producto de la conciencia excesiva sobre varios aspectos absurdos de la vida que vivimos.

La mayor parte del dinero que gastaba antes era en entretenimiento. Hoy por hoy muchas veces me aburro, pero por suerte me reencontré con infinitas formas de entretenimiento gratuito.

Si bien a veces siento ganas de consumir algo, como la entrada del recital de Pearl Jam (que me lo perdí) y puedo llegar a estar muy mal por no poder tenerlo, y admito una suerte de ansiedad latente, o preocupación, de no contar con ese depósito mensual que me aseguraba ... cómo decirlo ... me aseguraba la seguridad. Ese saber que contas con tu tajada, y que si no te lo dan tenés respaldos legales. Aunque en verdad no tengas nada, te reconforta la sensación.

Cuando estoy en esos momentos a veces llego a contemplar la posibilidad de abandonar esta búsqueda vocacional que empecé, y agarrar cualquier cosa que me devuelva la seguridad...

Ahí es cuando vuelvo a entender que hoy todavía estoy siendo un poco más libre de lo que era ayer, y el valor que tiene eso...

Eso si me deja en paz.

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