jueves, 12 de agosto de 2010

Crónica cotidiana

Hace rato que tengo a las palomas entre ojos. Hacen uso y abuso de la cara de boluda, del “soy una paloma y vivo con mis reglas”, y cada vez te vuelan mas cerca de la cabeza, no se corren cuando vas caminando, es más, se te vienen encima, abordándote con ese ronroneo pajarero, con las plumas mojadas y revueltas por el baño en el agua de zanja, luciendo peinados punks, sin dejar nunca de avanzarte, en una especie de imposición lenta y constante de su presencia, e invasiva por demás de tu espacio personal. Venir a trabajar me hace lidiar más con las palomas, porque abundan por mi barrio laboral, y a veces almuerzo en una plaza… y bueno, son como dosis intensivas de animal-paloma-planet. Igual las observo, pero no las peleo, porque no me gustaría tenerlas en contra. Una paloma que ejerce auto-jumping, no le teme a nada. ¿Viste que se ponen en la calle y picotean el asfalto con cara de gil, hasta que los autos están a milímetros de ellas y recién ahí salen volando? Eso es deporte extremo. Eso es tener huevos. Eso es inyectarse adrenalina. Eso es actitud. Ojalá reencarne en paloma.

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