martes, 12 de octubre de 2010

Volví

La idea de este blog era retratar la angustia laboral… y tan enajenada estuve que ni tiempo de escribir tenía. Pero el otro día tuve una charla con un jefe acerca de los horarios y él me dijo una gran frase por demás motivadora: “A mi no me importa si trabajan bien o mal, sólo me importa que estén acá de 9 a 18”. Listo, mensaje recibido. Vuelvo al blog

El relato de hoy nada tiene que ver con lo laboral, ni con el tedio, ni con la angustia existencial. Es un relato de cancha. Si, de cancha. Ayer fui a ver un partido por primera vez en mi vida…. Casi puedo asegurar que es la primera vez en años que veo un partido completo. La pregunta del millón es ¿por qué? Y porque si viene el que querés y te pide que lo acompañes vos lo acompañás. Es así, siempre lo fue. Basta de hipocresías.
Así que fuimos un par de horas antes a River a sacar la entrada, no voy a negar que durante dodo el viaje lo único que resonaba en mi cabeza era agotadasagotadasagotadas… pero no, había. Nos hicimos de nuestros carísimos pases y nos fuimos a hacer tiempo por ahí.
Y entramos… acá lo importante del asunto, pequeña nerd que no sabes nada de futbol… la idea de este post, de esta vuelta, era que cuando tu chico te lleve a la cancha ya sepas ciertas cosas fundamentales de estos rituales, pero me di cuenta que sólo puedo dejar un puñado de incertidumbres y alguna observación inservible:
- ¿Ir a la cancha no es algo que se relaciona con la pasión, con el fervor? Entonces, por qué los plateístas se indignan cuando alguien se para y empiezan a gritar ¡abajo, abajo!, como si en ello se les fuera la vida.
- es importante seguir los rituales, por ejemplo, cuando alguien de TU equipo agarra la pelota, sea cual fuere su posición en la cancha, hay que emocionarse y hacer un sonidito gutural que demuestra esperanza, y en cuanto la pierde lanzar un rotundo uuuuuuuuuuu. También es importante que por más que esto te parezca graciosísimo, no está bien que te rías a carcajadas, estuve a punto de ser abofeteada por un niño de 12 años.
- Es interesante observar el comportamiento de los policías que se ubican alrededor de la cancha mirando hacia las tribunas. Empieza el partido y ellos muy serios de espaldas a los jugadores, con la certeza de que su mirada va a impedir cualquier acto delictivo, no tengo dudas que son efectivos. A medida de que el partido avanza, ya se ve como estos muchachos hicieron un giro de 90 grados, están mirando quién sabe dónde, pero en una posición que les permite relojear la hinchada y la cancha al mismo tiempo sin correr el riesgo de desnucarse. Hacia la mitad del segundo tiempo ya rotundamente están de espaldas a la tribuna y participan del rito del sonido gutural y el posterior uuuu.
- ¿Para qué lleva la policía perros? Es decir, entiendo el uso nefasto que se les da a los canes, pero digo, ¿es necesario que estén parados al costado de la cancha? Cada vez que River pifiaba un gol, cosa que ayer pasó seguido, el pobre perro se desesperaba por ir atrás de la pelota, y el cana, con evidente falta de carácter y exceso de comidas, corría riesgo de desmembramiento.
- No entendí por qué se festejan los corners. Me parece de “pechofrío” eso (palabra que aprendí hace poco). Y está mal decirlo, muy mal.
- No está bien hacer cualquier tipo de comentarios empezando con la frase “yo no entiendo nada, pero….”. No lo hagas, indefectiblemente vas a leer en esos ojos que antes se llenaban de cariño la frase “entonces cállate”
- Pero el gran aprendizaje de la tarde fue bastante triste por cierto. Al costado de la cancha hay una especie de carrito médico, con techito, divino. Es obvio que es eso. No le preguntes a ese que tenés al lado por qué hay un puesto de panchos ahí, a vos te puede parecer un chiste divertido, pero cuando él te conteste diciéndote que en realidad es otra cosa, ya va a ser tarde, te vas a dar cuenta qué es lo que en realidad piensa de vos, y la magia va a estar rota.

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