lunes, 8 de noviembre de 2010

Lunes, la conch# d! t) madr

Hoy llegué tarde al trabajo otra vez. En esta ocasión, los hisopos me hicieron un motín. Ya se les está haciendo costumbre, aunque sinceramente, no entiendo por qué. Creo que es rebelión un tanto adolescente, sin causa, sólo necesidad de molestar.
Porque, convengamos ¿adónde va a ir un grupo de entre cincuenta y setenta hisopos, que no tienen piernas? No tienen piernas, y no son flexibles como para arrastrarse tampoco. El mejor movimiento que tienen es ese, de asomar sus cabecitas desordenadas para impedir el correcto cierre de la tapa del paquete, e inclinarse todos del mismo lado para provocar la desestabilización y caída del mismo desde el estante del mueble del baño hacia el piso, para terminar desparramándose por toda la superficie del baño. ¿Y ahí que hacen? Nada, se quedan tirados, holgazaneando, esperando que una los junte y los vuelva a meter en el paquete, para, de tanto en tanto, volver a repetir la operación.
Esa es toda la diversión que puede existir en la vida de un hisopo.

Ahora que lo pienso, sí los entiendo.

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