Esta historia de la uña saca-migas, y el hecho de haber viajado hoy con varias mujeres de uñas largas, me hizo dar cuenta de algo: no me gustan para nada y en ningún caso las uñas largas.
Siento que el dedo debiera terminar donde termina, y no continuar con esa extensión de células muertas y queratina (según wikipedia). Desde que su superficie supera la del dedo, me dan asco.
Me parece estéticamente feo, propicio al acumulamiento de mugre, asqueroso, y mas que ninguna otra cosa, desagradable.
Un verdadero despropósito.
Hablando del tema, copio a Borges, que habla de las del pie, pero al caso es lo mismo.
"Dóciles medias los halagan de día y zapatos de cuero claveteados los fortifican, pero los dedos de mi pie no quieren saberlo. No les interesa otra cosa que emitir uñas: láminas córneas, semitransparentes y elásticas, para defenderse ¿de quién? Brutos y desconfiados como ellos solos, no dejan un segundo de preparar ese tenue armamento. Rehusan el universo y el éxtasis para seguir elaborando sin fin unas vanas puntas, que cercenan y vuelven a cercenar los bruscos tijerazos de Solingen. A los noventa días crepusculares de encierro prenatal establecieron esa única industria. Cuando yo esté guardado en la Recoleta, en una casa de color ceniciento provista de flores secas y de talismanes, continuarán su terco trabajo, hasta que los modere la corrupción. Ellos, y la barba de mi cara."
(Las uñas - El hacedor)
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