jueves, 3 de febrero de 2011

Otra que el naufrago

Estoy con nauseas desde ayer, cuando un compañero de trabajo me contó que una vez que le dolía un diente, decidió sacárselo con una pinza. Una pinza común. La de hacer arreglos en el hogar. Se lo arrancó. Después calmó el dolor con vino. Según él, quería vivir la experiencia.

Acto seguido, otro pibe que estaba ahí presente me contó de cómo sufrió una vez que se le metió una miguita entre los dientes y no se la podía sacar.
Trataba y trataba y no podía.

"Entonces me dejé crecer la uña" - me confió

Y estuvo todos sus ratos libres metiéndose la uña entre los dientes, hasta que un día, después de un mes, se la sacó.

"Era una miguita re chiquita, así" - me dijo, delimitando con sus dedos una miguita imaginaria.

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