miércoles, 15 de septiembre de 2010

Crónica cotidiana

Este post no es laboral, trata de algo ocurrido a la salida del trabajo. Ayer me compré un paragüas. Sí, sí, como leíste. Un paragüas. Así como hace dos post dije que el paragüas es un elemento de dudosa utilidad, ayer me compré uno.

Lo que pasa es que soy muy conchuda. Encontré un paragüas que se guarda en un plástico duro y queda con tamaño y forma de botella de vino de 500 cc. entonces lo podés llevar en la cartera y no te ocupa lugar, y lo podés doblar y enfundar en el plástico, mojado y todo, y no se te moja nada. Fantástico. Ya lo tenía visto de un conocido sitio de compra y venta de la red, pero me lo crucé en la vida real en un local de mi barrio que recién inauguraba, y tuve que entrar a verlo.

Comprobé su alto nivel de conchudez correspondiente al mío, y sólo me quedaba una duda. Verlo abierto. Le pedí al vendedor que lo abra. Me miró ofuscado. Insistí "Quiero ver el estampado". Lo empezó a abrir, sudando y con mano temblorosa. Casi lo abrió, pero no del todo. "A ver" dije yo, metiendo mano para abrir el paragüas en su totalidad. El vendedor me miró y dijo "pasa que no me gusta mucho esto de abrir el paragüas acá", yo chequeé el estampado y le dije "no pasa nada", agregando después "está lindo eh, lo llevo", y lo compré. Insisto, lo compré porque soy muy conchuda, y tiene eso del plástico y un dibujito de un diablo, porque la posta, sacando eso, es un paragüas muy de mierda.

Ahora, me gustaría mandarle un mensaje al vendedor. A mí me re cabe lo místico, pero en este caso, no nos engañemos. Si ese local no funciona, no tiene que ver con la apertura de ningún paragüas puertas adentro. En tal caso será porque la ubicación no parece ser la más apropiada, y porque vende estas pelotudeces a precios desaforados.

Hoy será una de las pocas veces que diga "seamos realistas".

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