viernes, 21 de enero de 2011

Duelos cotidianos

Ayer saliendo del trabajo me pasó una terrible: terminé el libro que estaba leyendo.

Me pasa (supongo que es bastante común) que me compenetro mucho con el libro que leo, me encariño con los personajes, con el autor, con la forma en que escribe, y cuando se termina, me angustio. Me pongo muy triste. Se me abre un agujero por dentro que me duele.

Ni sentido tiene hojear de nuevo alguna página, la magia se perdió totalmente, en el mismo instante que leí la última palabra.

Es como cuando palpás el final del amor. No te queda más que los recuerdos, que se van borrando, o deformando, hasta que ya no sabés qué había sido real.

Lo peor, fue que lo terminé en el bondi. Lugar inoportuno si lo hay para terminar un libro.

Pero lo peor, lo realmente triste, fue lo siguiente:

A la ida, cuando estaba llegando a mi parada de descenso, cerré el libro sabiendo que se estaba acabando. Según me pareció, quedaban como 15 hojas.

Claro que me olvidé que era miope, aunque me haya operado, la esencia de creer ver lo que uno quiere ver no se pierde.

Cuando abrí el libro en el bondi de vuelta, quedaban 5 hojas, no quince. Cinco.

De las cuales sólo 1 (UNA) era el final de la novela. El resto era propaganda de la editorial.

Me quería cortar las bolas que no tengo.

Fue como encontrarse con una pija muerta.

Para compensar esta ausencia, les comparto un fragmento:

"Al gusano le dió tanta lástima que se le pasó la furia. Le dijo:
- Escucháme, pedazo de boludo. No está todo perdido. Al contrario, es justo ahora cuando...
- Pero la bobe dijo
- Me importa tres carajos lo que haya dicho la bobe. Vos no tenés que hacer lo que diga la bobe sino lo que diga yo, que soy tu Maestro
- Sí Maestro
- Bueno. El asunto es cómo hacemos ahora para continuar con la purificación astral, porque Miss Linda está mortalmente ofendida y la otra única mina es Dorys, pero ella no sirve para eso. En fin. Voy a ver que puedo hacer.
Supongo que no es necesario que aclare al sagaz lector que, no bien el ex cuidador de la morgue supo que la mina estaba enojada con él por el asunto de las tetas y que no le pasaba más bola, se enamoró de ella perdidamente. Obvio. Porque así son los manijeados.
Pero las mujeres no son como los hombres, que cambian de ruta. Cuando ellas toman una decisión en el afecto la toman para siempre.
Cuando vio que mimos, ruegos, súplicas y amenazas no conmovían a Miss Linda, el gusano recurrió a su carisma despótico. Se lo ordenó, tan simple como eso.
Pero ella le hizo una contrapropuesta que sonaba a planteo militar ("Señor presidente: venimos a manifestarle la intranquilidad del Arma"). Le dijo con mucha firmeza:
- Está bien, de acuerdo. Pero sólo si vos estás en la joda.
El gusano aceptó, no sólo porque deseaba salvar al manijeado acercándolo a la vida (o a un remedo de vida, al menos) sino porque se proponía realizar un experimento científico. O teológico, por qué no.
La próxima escena es los tres cojiendo con la muerta. Claro, todo esto es propio de un escritor descuidado. Lo que corresponde aquí es un intermedio de una página y pico donde el gusano y Miss Linda van hasta donde el ex guardián..."

Les dejo la intriga para que lean el libro. El Gusano Máximo de la Vida Misma. A. Laiseca.
Un capo.

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