Los días que sufrimos estas temperaturas el aire acondicionado laboral libra una batalla entre su capacidad de dar frescura y el calor.
Siempre va perdiendo, porque el calor no es sólo eso, un calor, sino un ejército de calor producto de la alianza entre el constante y creciente recalentamiento externo y el vaho de quienes estamos confinados a permanacer 9 horas acá adentro.
En esos días agradezco a la informática, a bill gates, y a toda la gente nerd que creó un tan grande sistema de cositas cibernéticas que hacen girar el mundo y que tienen la suprema necesidad de ser mantenidas refrigeradas para evitar su recalentamiento y posible deterioro, y me escabullo en puntitas de pies dentro de la sala de servidores y me siento en la silla y me quedo, en placenteros, inigualables e indiscutidos 17 grados, hasta que me duela la piel de pollo.
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