lunes, 17 de enero de 2011

Menos que perfil bajo

Hoy llegué temprano a mi trabajo, algo insólito, consecuencia del vacío en la ciudad por la temporada vacacional.
Abrí la oficina.
Hay una puerta que tiene una traba, pesada, que, como soy nena, no la pude mover.
La dejé así, a la espera del primer hombre fortachón que pudiese moverla.
Mi jefe también llegó sorpresivamente temprano.
Su reacción lógica fue dar por hecho que habían entrado a robar la oficina, por ver una de las puertas abiertas y no la de la traba.
Se quedó afuera, llamando a no sé quién, la policía supongo, hasta que yo escuché las voces y salí a avisar que era yo que estaba acá.
En ningún momento se acordó de mí para pensar que yo pudiese haber abierto. Aunque siempre abra yo, si bien eso nunca ocurre temprano, la primera, soy yo.
La remató con un "la próxima avisame". ¿La próxima que qué? ¿Que haga lo que me pagan por hacer? ¿La próxima que piense cumplir horario?
Me sentí menos que insignificante.
Mañana, ni vengo.
Total.

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